Con motivo de la publicación de Penumbria Corporal*, quisiera escribir un poco sobre las ideas que me ayudaron a escribir el cuento que mandé para esta convocatoria.

Como sobreviviente de cáncer, algo que me ayudo a navegar el proceso de la enfermedad fue investigar sobre el tema. Lo que descubrí fue un poco decepcionante: hace falta mucha investigación. Hay un montón de cánceres de los que se sabe muy poco. A mí me dijeron que tenía uno de los más comunes, uno del que se sabe más y para el cual había un tratamiento relativamente efectivo, pero no por ello menos aterrador.

La falta de investigación médica implica que en el SXXI los principales métodos para tratar el cáncer sigan siendo venenos, quemaduras y amputaciones, en versiones estilizadas, con grandes máquinas blancas y estériles y un sinfín de líquidos transparentes, pero que en realidad siguen haciendo las funciones de las hierbas ponzoñosas, el fuego y el cuchillo. Ese conocimiento fue el que me llevó a investigar más sobre la historia del cáncer de mama y cómo se ha tratado a lo largo de la historia y lo que encontré fue un montón de historias aterradoras que, paradójicamente, me tranquilizaron: por lo menos en este siglo ya existe la anestesiología.

Ilustración de una mastectomia e instrumentos médicos necesarios para realizarla (ca 1675)

Uno de los primeros registros de la enfermedad es de los egipcios aproximadamente en 1600 a.C. Los antiguos griegos también registraron el mal y juraría que leí sobre una mujer en Grecia que ordeno la extirpación de su seno cuando detectó un tumor, pero no he podido encontrar la referencia y es una pena porque los médicos egipcios y griegos coincidían en que lo mejor era no operar el pecho enfermo, así que si existió, esa mujer habría sido una rebelde y una precursora de la medicina.

Mastectomia SXVII

Después de los griegos la historia occidental no menciona de nuevo el tema hasta la edad media, época en que comienza a documentarse algunos procedimientos médicos, que parecían más bien carnicerías o torturas de la inquisición

Las imágenes de mastectomías históricas se quedaron en mi cerebro, y me han perseguido por años, ni siquiera imagino el dolor de esas operaciones, las infecciones, el morbo. Supongo que la esperanza de vida era poca para un sacrificio tan grande, ¿Cuánto hay que amar la vida para estar dispuesta a pasar por ese dolor? ¿O tal vez las pacientes ni siquiera querían operarse y los médicos aprovecharon la oportunidad para hacer sus experimentos?

Leí en un libro que se llama «El emperador de todos los males» de Siddhartha Mukherjee, una frase que me hizo rendirme ante la incertidumbre de la enfermedad: El cáncer es un invasor y un colonizador extremadamente exitoso, en parte porque explota las misma funciones que nos hacen exitosos como especie o como organismo. Mientras estemos vivos, la posibilidad del cáncer estará ahí.

Después de leer ese libro comencé a buscar respuestas en el arte, recordé la serie fotográfica de Lee Miller que vi hace unos años en una exposición en el Museo de Arte Moderno y me pregunté cuál sería la historia detrás de esas fotografías.

Sin título [Seno amputado tras mastectomía radical en un plato 1 y 2]
Lee Miller (ca 1929)

Descubrí que nadie sabe exactamente de quién es el pecho y por qué se tomó esa foto, pero una teoría es que perteneció a una amiga de Lee ¿le habrá pedido la enferma a Lee que robara el seno y le tomara una foto? ¿o por el contrario, fue Lee quien decidió hacer la foto sin consentimiento de la mujer? Cualquier respuesta plantea una historia interesante, pero prefiero creer que la correcta es la primera, que fue la paciente quien pidió a Lee robar el seno amputado y tomarle fotos para hacer con el una «ofrenda», para retomar el control de su cuerpo a través de la imagen, para hacer arte con su dolor.

Naturaleza muerta con seno, Joel-Peter Witkin

El mismo año que vi la foto de Miller, tuve la suerte de ver una imagen similar, hecha por un hombre, uno de los hermanos Witkin, en una exposición del extinto Fotomuseo Cuatro Caminos, el contraste de ambas fotos me intriga todavía, para el hombre el pecho es solo un motivo más en la naturaleza muerta, es estético y frio, la foto de Miller, por el contrario, es cruda y sangrienta, esta viva, a veces imagino que en cualquier momento ese pecho comenzara a palpitar, como si un corazón estuviera escondido en su interior.

Santa Águeda de Catania

No sé si Miller o Witkin conocían la historia de Santa Águeda, pero si no, me parece muy extraño encontrar tanta similitud en sus imágenes. Águeda no estaba enferma, su sacrificio tuvo que ver con la conservación de su pureza ante los avances de un pretendiente que, al no aceptar su rechazo la torturó y ordenó que le arrancaran los pechos, por eso se la representa sosteniendo un plato en el que reposan sus senos mutilados. Tip para escritores: los martirologios católicos son siempre una buena fuente de inspiración para historias de body horror.

Confieso que lo último que imaginé cuando comencé a investigar sobre el cáncer de mama fue encontrarme con iconografías de pechos servidos en platos, quizá por eso la mastectomia terminó convirtiéndose en mi mente en una especie de rito sacrificial, por alguna extraña razón, esa idea me ha servido para enfrentar mejor el camino de la enfermedad y me ha hecho confirmar que cuando la realidad se pone difícil, a veces el horror calma y hasta reconforta.

Notas

Penumbria Corporal se puede descargar aquí

Puedes ver más fotos de Lee Miller aquí

El trabajo de Joel-Peter Witkin se puede ver acá

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